Inspiración

La más reciente exposición de Joana Mattei se erige como una síntesis radical de su recorrido como actriz, performer y terapeuta energética. Su propuesta convoca a cada visitante a ingresar en el espacio expositivo no como espectador pasivo, sino como cuerpo vibrante, activo, dispuesto a integrar lo que la artista denomina una experiencia de reunificación ontológica. La instalación propone una inmersión valiente en el cuerpo sin órganos, un territorio donde las emociones, los pensamientos y las formas fijas del “yo” se disuelven para dar lugar a una conciencia expandida. “Somos naturaleza. No existe separación entre nosotros dos”, afirma Mattei. “Y, sin embargo, vivimos en un régimen de dualidad constante: escindimos cuerpo y mente, individuo y comunidad, humanidad y tierra. Nos alejamos de lo vivo y erigimos un ‘yo’ como frontera.”

En esta reflexión, el “YO” aparece no como esencia, sino como construcción colonial y cultural: un dispositivo que separa, jerarquiza y normaliza. Ese yo —sostenido por pensamientos, emociones, traumas y herencias familiares y sociales— encarna la matriz del individualismo moderno, el

mismo que fracturó nuestra relación con la naturaleza y con los otros cuerpos. 

La obra de Mattei invita, entonces, a una descolonización del ser, a desarticular las narrativas hegemónicas que confunden identidad con aislamiento. Su gesto performativo sugiere que solo al liberar al cuerpo de sus condicionamientos simbólicos podemos retornar a un estado de comunión con la totalidad —una consciencia ecológica, ancestral y plural.

Más que una exposición, esta experiencia es un rito contemporáneo de reintegración, un llamado a activar lo sensorial, lo espiritual y lo colectivo. En tiempos de crisis planetaria, Joana Mattei propone un arte que no representa:

 restaura.